domingo, 2 de marzo de 2014

PLANTAR UN ÁRBOL



Plantar un árbol -les decía esta semana a mis alumnos- siempre me provocó una maravillosa sensación en el alma. Plantar un árbol es amar, cuidar y respetar la Naturaleza. Plantar un árbol es devolver algo de lo entregado. Plantar un árbol es mirar al futuro, viviendo el presente. Plantar un árbol es responsabilidad, dedicación, conciencia, solidaridad, paciencia...Es vivir y dar vida.

Todos los años -por esta época- suelo salir con los alumnos que entran nuevos al Instituto a plantar su árbol. Lo hacemos en uno de los muchos caminos, cercanos al centro que tenemos. Pareciese que nos pidiesen a voces querer tener esta noble compañía delimitando su ancho. Aquí, aquí, aquí…este año aquí.

 Cada clase planta el suyo; queremos a través de ello dar a conocer la belleza, la magia y lo cautivadora que puede ser la naturaleza y cada uno de sus elementos. Buscamos que se introduzcan en el medio natural a través de experiencias directas y del mundo de los sentidos, en lo sensorial y emocional de la naturaleza; en definitiva que aprendan oliendo, tocando, viendo, haciendo, sintiendo, oyendo a la naturaleza...El mundo de los arboles es perfecto para conseguirlo, en él encontramos un montón de sensaciones, sentimientos y valores.

Gerardo, el responsable de parques y jardines, nos acompaña y nos prepara el terreno cada año. Él es el verdadero “hombre que plantaba árboles” y también los cuida. Si uno quiere saber y conocer realmente el carácter de una persona, debe de esperar en el tiempo y ver esa conducta a lo largo de muchos años. En ese comportamiento de Gerardo,  generoso, nada egoísta y entregado a las plantas de su pueblo, no cabe duda a la equivocación.






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